Madame Barrilete nos detalla los distintos tipos de etapas por las que pasa un alumno universitario
Fuente: Archivo Cimientos
Para nosotros, estudiantes insaciables, luchadores de los libros, malabaristas de resúmenes en este circo llamado carrera, defensores de los resaltadores y eternos siesteros de los colectivos a la vuelta de la facu.
He pensado para los estudiantes una nota que explique nuestro comportamiento no sólo dentro de la universidad y alrededores, sino también fuera de ella. Una nota que explique cómo somos cuando no estamos estudiando, el “detrás de escena”, qué hacemos en esos momentos y de qué manera se nos puede reconocer fácilmente.
Nuestra vida fuera de los estudios transcurre de a pasos, partiendo del momento en que llega el fin de semana o en el mismo día que salimos de la facu; transcurriendo de forma muy parecida a la vida de un insecto: corta, por etapas y finalizando siempre igual, con la muerte.
Se comienza siempre por el “estado huevo”. Ese es el momento en el que alumno abandona la facultad de a poco, creciendo dentro de una carcasa de caras feas, un idiotismo avanzado y la necesidad de llegar y acostarse a dormir hasta que se acabe el mundo (o esté lista la cena). Se lo reconoce como un sujeto de apariencia desalmada, generalmente caracúlico a morir y tirando ya a posición fetal por el amontonamiento de cansancio. Es como la evolución pero al revés, empieza la semana derechito y la termina encogido como un orangután.
No sólo tenemos posición fetal, también podemos presentar lo que se llama “brazo mate”, que ocurre del acostumbramiento a andar acarreando el mate en la mano y el termo bajo el brazo por los largos pasillos de la facu, esperando encontrar esperanza o agua caliente en el mejor de los casos. Llegamos a casa y estamos así, encogidos y con el brazo arqueado como si realmente tuviéramos un termo invisible.
El siguiente estado, el “tipo larva” es característico de después de la siesta o del primer día del fin de semana. Nos convertimos en comedores insaciables de comidas caseras hechas por mamá o de la rotisería de la esquina. Necesitamos alimentarnos como la gente, y no como lo hacemos varias veces a la semana en ese comedor pedorro que nos cobra un diente de oro por un plato de fideos sin sal ni tuco.
Esta etapa cuesta atravesarla, porque cuesta liberarse un poco del estrés y dejar de padecerlo. Por ello a veces podemos seguir soñando con moléculas, olvidarnos de sacar el despertador programado y convertirnos en los reyes del doble sentido científico, encontrando chistes nerds hasta debajo de las repisas.
Terminando la fase larva, entramos de a poco en la “etapa pupa”, que para que se den una idea es como esa capsulita de seda que hace la mariposa antes de salir. Ya estamos en casita, refugiados del invierno y del zonda, tranquilos y relajados por la siesta y la comilona de las 5 de la tarde, cuando otros síntomas de la nuestro padecimiento van apareciendo de a poco.
Primero comenzamos con el Alzheimer de celulares o llaves, que es característico de las épocas de examen, en donde nos olvidamos esas cosas en lugares inimaginables por tener la cabeza llena de exámenes, de planes y de tareas pendientes. Podemos encontrarlo en la heladera, en el tachito de basura del baño o directamente adentro de la cartuchera; todo puede ocurrir.
Acompañado a lo anterior están los vacíos mentales, donde quedás colgado como estúpido mirando cualquier cosa, como un filósofo pero con la mente completamente en blanco; las confusiones de palabras, donde tirás un “yo estudiaba mirando” en vez de “yo estaba mirando” durante una charla; la obsesión por encontrar cambio de dos pesos (para el colectivo) recolectando todas las monedas que encontrás a tu paso como los patos con las migas de pan; y por último, como más característico, es la esclavitud repentina a los lentes de descanso que antes sólo usabas para la compu y ahora son necesarios hasta para distinguir el champú del enjuague.
Y ahora sí, llegó el momento de llegar a adultos, a la “fase imago” donde liberamos las alas y dejamos el estuche de estudiante fuera para convertirnos en jóvenes con ganas de vivir, no sólo de estudiar. Es el momento del extreme makeover, en donde un estudiante ojeroso, sin maquillaje o barbudo, se transforma en una increíble mariposa: depilada, maquillada y lista para el rodeo. Muy parecida a las series de tv esas en que entra una mujer sin dientes y pelada al principio, y al terminar el show es una bella y encantadora Cenicienta.
Pasan a buscarte tus amigas, todas chicas trabajadoras y estudiantes como vos, pero con menos estrés y más tiempo libre. Van a bailar y a las 2 de la mañana te querés pegar la vuelta porque no das más, no te da el cuerpo ni la cabeza.
Y como todo lo bueno…todo se termina. El insecto se reproduce y muere, así de toque, porque ya cumplió su misión en la vida. Vos no podés reproducirte ni a gancho porque sería extremadamente contraproducente para tus estudios y sólo sería posible con un donador del banco de esperma o cómo le paso a María hace 2012 años atrás; por lo tanto te saltás este paso y vas directamente a la muerte…o lo que todos llamamos lunes.
Feliz fin de semana, o estado larva…o como quieran llamarlo.